miércoles, 3 de abril de 2013

El bailarín y la precariedad del pavimento escénico


  • El sector de la danza sigue estando muy atrasado con respecto al resto de actividades escénicas
  • Los pavimentos escénicos donde los bailarines llevan a cabo su actividad profesional, no suelen reunir las características mínimas. 


El mundo de la danza, así como el resto de actividades que se llevan a cabo sobre un escenario, cuenta con aspectos que muchas veces no nos planteamos. Todas las profesiones giran en torno a unas normas estrictas de seguridad para que el profesional en cuestión pueda ejercer su actividad de la manera adecuada. Cuando se contrata a un cuerpo de baile, o se crea un espacio dedicado a este fin, se debe tener en cuenta que éste precisa de unas instalaciones que puedan proporcionar la seguridad básica para que no sufran ningún contratiempo y puedan ejercer su trabajo en las condiciones idóneas. En torno a la cuestión de la seguridad y las condiciones a las que un bailarín debe adaptarse en los distintos espacios, nos encontramos ante una preocupación que debería plantearse más a menudo y en voz muy alta: ¿hasta qué punto los pavimentos escénicos están construidos y pensados para la seguridad del bailarín?



Para tratar este tema entre otros, la Asociación Profesional de Danza de la Comunidad Valenciana (APDCV) y la Asociación DanzaT, organizaron el pasado 9 de marzo en el Conservatorio Profesional de Danza de Valencia, un Encuentro con el Sector de la Danza  con el objetivo de promover diversos temas de interés. Miguel Tornero, Presidente de APDCV, y César Cascares, Coordinador de Proyectos de DanzaT, introdujeron la charla explicando la necesidad de avanzar en este sector y las directrices para poder hacerlo. Pensamos que la danza es un arte conocido y al alcance de toda la sociedad, un arte consumido y que precisa ciertas dotes culturales, pero lo cierto es que es un sector muy atrasado con respecto al resto de profesiones artísticas. “Sin ir más lejos, algo tan básico como la calidad de las estructuras orientadas a la danza, es un tema de vital preocupación porque no es una tarea zanjada por el momento” explicó Cascares. Las nombradas asociaciones realizaron un profundo estudio sociológico en el cual distintos bailarines profesionales, alumnos o profesores, explicaron sus experiencias con escenarios en los que habían bailado. Los resultados fueron, por decirlo de una manera suave, muy curiosos. Desde astillas, clavos y tablas levantadas, hasta el mismo suelo de campo con piedras incluidas. La cuestión es que el bailarín, normalmente, se aventura a ejecutar su obra y esto puede provocar muchas lesiones. Lesiones de distinta índole ya sean heridas, enganchones, hasta torceduras por utilizar las puntas (en el caso de la danza clásica) en lugares poco apropiados. A pesar de haber estado sufriendo esta situación durante mucho tiempo en la sombra, es hora de que algo tan básico pueda solucionarse sin más demora.


En esta dirección, Juvenal García, integrante de la asociación DanzaT,  presentó en el Encuentro con el Sector una exposición sobre “Pavimentos escénicos y Prevención de Riesgos en Danza”. Partió de la base de que el suelo es, principalmente, el lugar de trabajo en danza. Como tal, si no está bien acondicionado para este fin, puede ser causa de una amplia lista de riesgos y lesiones. Y es que el cuerpo es la herramienta básica con la que los bailarines pueden llevar a cabo su labor. En palabras de Juvenal, “El suelo es donde todo empieza y todo acaba” y añadió que “no hay una superficie que valga para todas las disciplinas, pues cada una requiere de unas características propias, pero sí existe la posibilidad de crear un suelo que reúna las condiciones mínimas para prevenir riesgos en cualquier rama”.


Uno de los puntos clave de la conferencia, y con lo que estuvieron de acuerdo, prácticamente la totalidad de los asistentes, fue la educación que reciben los bailarines. En principio poco tiene que ver la educación con el pavimento, pero analizándolo encontramos su sentido. “Se les forma de tal manera, que la vocación por el baile es tan fuerte que, pase lo que pase, van a bailar. No pueden negarse” dijo Juvenal, refiriéndose a que sea cual sea el estado de las infraestructuras, los bailarines finalmente no se niegan a bailar. El ponente asoció este comportamiento con una especie de “culpabilidad” de los bailarines cuando, ya sea por una molestia física, un dolor o una lesión, prefieren continuar en silencio, a explicar su dolencia e “interrumpir” la clase. Según dijo, sienten que están entorpeciendo el trabajo del resto de compañeros y el suyo propio. Esto resulta muy impactante, ya que muchos bailarines asistentes a la conferencia, asintieron al reconocer que pueden pasar horas ensayando con una dolencia, tirón, o cualquier tipo de molestia, antes que parar una clase. Si extrapolamos esta teoría al hecho de que a día de hoy, siga habiendo quejas por las infraestructuras, podemos deducir que, pase lo que pase y pese a una mala construcción escenográfica, el bailarín bailará igual. El ponente utilizó finalmente la palabra “esclavitud” para referirse a un colectivo que no presiona por unos derechos mínimos.


Podemos extraer de la conferencia, que algunos de los motivos por los cuales un bailarín no se queja, son la inestabilidad del mundo de la danza y el miedo a perder su trabajo. Aunque parezca que todo el mundo sabe lo que es la danza, lo cierto es que nadie la conoce en profundidad y por tanto, según Juvenal, “a nadie le importa que os partáis una pierna”. Utilizó una comparativa con el mundo del fútbol, aludiendo a los grandes jugadores que están protegidos y prevenidos de lesiones que les imposibiliten seguir jugando. En el caso del bailarín, figura dispuesta a bailar en tierra, montaña, madera astillada, placas desencajadas, e incluso tornillos salientes, no se mira por su seguridad y su integridad física. Y es que es una realidad que un gran equipo de fútbol se negaría a jugar en un campo que no reuniese las condiciones idóneas. Por otro lado no sorprendería ver a la Compañía Nacional de Danza bailar en calles a modo de performance si fuera necesario. Ante esta realidad y la injusta repartición de éxito o reconocimiento de una actividad y otra, Juvenal  comparó a bailarines con “marines y gladiadores, puesto que están hechos de una pasta especial, muy dura y resistente”. En conclusión, la inestabilidad y el escaso reconocimiento del “mundillo”, hacen que un bailarín sienta temor a no realizar bien su tarea sea donde sea, ya que podría arriesgarse a quedar fuera de la compañía o grupo en cuestión. Por tanto la fórmula aplicable en este caso, podría ser: Inseguridad + Precariedad = SILENCIO. La consecuencia a ésta es una mejora muy lenta de las condiciones del sector.

Como resumen e incluso consejo, Juvenal explicó que “el suelo es un punto de partida para las mejoras del sector de la danza. Y es que no pasa nada por tener cuidado, por hacer un día sólo media clase, por dejar pasar una oportunidad. Hay que conservar el cuerpo por encima del trabajo. No hay que pensar sólo en el hoy, sino en las consecuencias que podrían acarrear el día a día. Y es que no pasa nada por reclamar los derechos fundamentales, de hecho hay que hacerlo”.


Tras la charla, el trabajo continúa

Tras concluir las Jornadas de Encuentro con el Sector de la Danza, la asociación DanzaT envió a los asistentes unas encuestas para continuar con el estudio. En ella César Cascares pedía la mayor difusión posible para que todos los profesionales de la danza o acrobacia (ambas son profesiones que sufren las peores condiciones escénicas), pudieran señalar cuáles habían sido sus experiencias. Muchas de las preguntas se basan en la adecuación del suelo a cuestiones de vital importancia como la absorción de impactos, la restitución de la energía, o la adherencia de la superficie. Lo que es cierto, es que el sector necesita este tipo de iniciativas para que los bailarines y bailarinas, estudiantes o profesionales, tomen conciencia de la situación real en la que se encuentran. Tomar conciencia de problemas tan básicos como el tratado en este reportaje, permite crear planes de acción y luchar por la mejora de las condiciones. Asociaciones como APDCV y DanzaT son necesarias para hacer eco de los descontentos que inundan a los bailarines. Por ello, los portavoces recomendaron la creación de asociaciones locales, lugares de reunión, y formas de poner en común este tipo de iniciativas.

Pueden acceder a la encuesta pinchando aquí

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