- El sector de la danza sigue estando muy atrasado con respecto al resto de actividades escénicas
- Los pavimentos escénicos donde los bailarines llevan a cabo su actividad profesional, no suelen reunir las características mínimas.
El mundo de la danza, así como el
resto de actividades que se llevan a cabo sobre un escenario, cuenta con
aspectos que muchas veces no nos planteamos. Todas las profesiones giran en
torno a unas normas estrictas de seguridad para que el profesional en cuestión
pueda ejercer su actividad de la manera adecuada. Cuando se contrata a un cuerpo
de baile, o se crea un espacio dedicado a este fin, se debe tener en cuenta que
éste precisa de unas instalaciones que puedan proporcionar la seguridad básica
para que no sufran ningún contratiempo y puedan ejercer su trabajo en las
condiciones idóneas. En torno a la cuestión de la seguridad y las condiciones a
las que un bailarín debe adaptarse en los distintos espacios, nos encontramos
ante una preocupación que debería plantearse más a menudo y en voz muy alta:
¿hasta qué punto los pavimentos escénicos están construidos y pensados para la
seguridad del bailarín?
Para tratar este tema entre
otros, la
Asociación Profesional de Danza de la Comunidad Valenciana
(APDCV) y la Asociación DanzaT ,
organizaron el pasado 9 de marzo en el Conservatorio Profesional de Danza de Valencia, un Encuentro con el Sector de la Danza con el objetivo de
promover diversos temas de interés. Miguel Tornero, Presidente de APDCV, y
César Cascares, Coordinador de Proyectos de DanzaT, introdujeron la charla
explicando la necesidad de avanzar en este sector y las directrices para poder
hacerlo. Pensamos que la danza es un arte conocido y al alcance de toda la
sociedad, un arte consumido y que precisa ciertas dotes culturales, pero lo
cierto es que es un sector muy atrasado con respecto al resto de profesiones
artísticas. “Sin ir más lejos, algo tan básico como la calidad de las
estructuras orientadas a la danza, es un tema de vital preocupación porque no
es una tarea zanjada por el momento” explicó Cascares. Las nombradas
asociaciones realizaron un profundo estudio sociológico en el cual distintos
bailarines profesionales, alumnos o profesores, explicaron sus experiencias con
escenarios en los que habían bailado. Los resultados fueron, por decirlo de una
manera suave, muy curiosos. Desde astillas, clavos y tablas levantadas, hasta el
mismo suelo de campo con piedras incluidas. La cuestión es que el bailarín,
normalmente, se aventura a ejecutar su obra y esto puede provocar muchas lesiones.
Lesiones de distinta índole ya sean heridas, enganchones, hasta torceduras por
utilizar las puntas (en el caso de la danza clásica) en lugares poco
apropiados. A pesar de haber estado sufriendo esta situación durante mucho
tiempo en la sombra, es hora de que algo tan básico pueda solucionarse sin más
demora.
En esta dirección, Juvenal
García, integrante de la asociación DanzaT,
presentó en el Encuentro con el Sector una exposición sobre “Pavimentos
escénicos y Prevención de Riesgos en Danza”. Partió de la base de que el suelo
es, principalmente, el lugar de trabajo en danza. Como tal, si no está bien
acondicionado para este fin, puede ser causa de una amplia lista de riesgos y
lesiones. Y es que el cuerpo es la herramienta básica con la que los bailarines
pueden llevar a cabo su labor. En palabras de Juvenal, “El suelo es donde todo
empieza y todo acaba” y añadió que “no hay una superficie que valga para todas
las disciplinas, pues cada una requiere de unas características propias, pero
sí existe la posibilidad de crear un suelo que reúna las condiciones mínimas
para prevenir riesgos en cualquier rama”.
Uno de los puntos clave de la
conferencia, y con lo que estuvieron de acuerdo, prácticamente la totalidad de
los asistentes, fue la educación que reciben los bailarines. En principio poco
tiene que ver la educación con el pavimento, pero analizándolo encontramos su
sentido. “Se les forma de tal manera, que la vocación por el baile es tan
fuerte que, pase lo que pase, van a bailar. No pueden negarse” dijo Juvenal,
refiriéndose a que sea cual sea el estado de las infraestructuras, los
bailarines finalmente no se niegan a bailar. El ponente asoció este
comportamiento con una especie de “culpabilidad” de los bailarines cuando, ya
sea por una molestia física, un dolor o una lesión, prefieren continuar en
silencio, a explicar su dolencia e “interrumpir” la clase. Según dijo, sienten
que están entorpeciendo el trabajo del resto de compañeros y el suyo propio.
Esto resulta muy impactante, ya que muchos bailarines asistentes a la
conferencia, asintieron al reconocer que pueden pasar horas ensayando con una
dolencia, tirón, o cualquier tipo de molestia, antes que parar una clase. Si
extrapolamos esta teoría al hecho de que a día de hoy, siga habiendo quejas por
las infraestructuras, podemos deducir que, pase lo que pase y pese a una mala
construcción escenográfica, el bailarín bailará igual. El ponente utilizó
finalmente la palabra “esclavitud” para referirse a un colectivo que no
presiona por unos derechos mínimos.
Podemos extraer de la
conferencia, que algunos de los motivos por los cuales un bailarín no se queja,
son la inestabilidad del mundo de la danza y el miedo a perder su trabajo. Aunque parezca que todo el mundo
sabe lo que es la danza, lo cierto es que nadie la conoce en profundidad y por
tanto, según Juvenal, “a nadie le importa que os partáis una pierna”. Utilizó
una comparativa con el mundo del fútbol, aludiendo a los grandes jugadores que
están protegidos y prevenidos de lesiones que les imposibiliten seguir jugando.
En el caso del bailarín, figura dispuesta a bailar en tierra, montaña, madera
astillada, placas desencajadas, e incluso tornillos salientes, no se mira por
su seguridad y su integridad física. Y es que es una realidad que un gran
equipo de fútbol se negaría a jugar en un campo que no reuniese las condiciones
idóneas. Por otro lado no sorprendería ver a la Compañía Nacional
de Danza bailar en calles a modo de performance si fuera necesario. Ante esta
realidad y la injusta repartición de éxito o reconocimiento de una actividad y
otra, Juvenal comparó a bailarines con “marines
y gladiadores, puesto que están hechos de una pasta especial, muy dura y
resistente”. En conclusión, la inestabilidad y el escaso reconocimiento del “mundillo”,
hacen que un bailarín sienta temor a no realizar bien su tarea sea donde sea,
ya que podría arriesgarse a quedar fuera de la compañía o grupo en cuestión.
Por tanto la fórmula aplicable en este caso, podría ser: Inseguridad +
Precariedad = SILENCIO. La consecuencia a ésta es una mejora muy lenta de las
condiciones del sector.
Tras la charla, el trabajo continúa
Tras concluir las Jornadas de Encuentro con el
Sector de la Danza ,
la asociación DanzaT envió a los asistentes unas encuestas para continuar con el
estudio. En ella César Cascares pedía la mayor difusión posible para que todos
los profesionales de la danza o acrobacia (ambas son profesiones que sufren las
peores condiciones escénicas), pudieran señalar cuáles habían sido sus
experiencias. Muchas de las preguntas se basan en la adecuación del suelo a
cuestiones de vital importancia como la absorción de impactos, la restitución
de la energía, o la adherencia de la superficie. Lo que es cierto, es que el
sector necesita este tipo de iniciativas para que los bailarines y bailarinas,
estudiantes o profesionales, tomen conciencia de la situación real en la que
se encuentran. Tomar conciencia de problemas tan básicos como el tratado en
este reportaje, permite crear planes de acción y luchar por la mejora de las
condiciones. Asociaciones como APDCV y DanzaT son necesarias para hacer eco de
los descontentos que inundan a los bailarines. Por ello, los portavoces
recomendaron la creación de asociaciones locales, lugares de reunión, y formas
de poner en común este tipo de iniciativas.
Pueden acceder a la encuesta pinchando aquí
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