lunes, 24 de junio de 2013

Maquillaje y… ¡ACCIÓN!

Es conocido por todos el gran esfuerzo que tiene que llevar a cabo las bailarinas para poder sacar adelante las grandes obras clásicas del ballet. La resistencia, la fuerza, y la superación son algunas de las aptitudes que conducen a las bailarinas a lo más alto. 









Cuando los espectadores van a disfrutar de un ballet, pueden notar que el dolor y el esfuerzo que realizan las protagonistas son casi inapreciables. Esto se debe a la extraordinaria expresividad de las artistas. Y es que si en su interior se sienten cansadas, doloridas, o sobrecargadas, en el exterior parece todo lo contrario. Siempre con un rostro dulce y calmado, una ligera sonrisa, un gesto de paz que deja ver que lo que están haciendo no les supone ningún esfuerzo. Es muy importante, para lograr que el público capte la caracterización del personaje que se interpreta, un maquillaje adecuado. Y es que el maquillaje es la principal fuente de la expresión escénica. Es la vía para caracterizar, de forma plástica, a un personaje. El maquillaje, no sólo en el caso de la danza, es tan viejo como la necesidad del vestido.



Según fuentes históricas, “el origen del maquillaje data de siglos atrás, en los que los elementos empleados eran pigmentos y arcillas naturales”. Éste ha ido adoptando distintos significados a lo largo de la historia, desde marcas tribales de jerarquía social, hasta motivos religiosos, en los que se utilizaba para acercarse a las divinidades en los distintos rituales. Partiendo de estos datos es obvio que la danza y el maquillaje escénico ya iban ligados en sus orígenes.

Cuando una bailarina pisa un escenario, las mismas luces que hacen posible a los espectadores ver el escenario, también pueden ocultar el rostro y la expresividad de la artista. Para combatir este problema, se aplica el conocido “maquillaje escénico” para resaltar las facciones, incluso desde la distancia. Aplicarlo correctamente pensando en las características escénicas es una parte vital para cualquier actor o artista en escena. Los espectadores necesitan captar las emociones del rostro, pero sin el maquillaje apropiado la iluminación puede eclipsar el sombreado natural, dando al gesto un tono plano y sin vida. Es cierto que el maquillaje escénico es algo más pesado que el típico maquillaje, pero siguiendo unas breves instrucciones no debe existir ningún tipo de complicación.

Una de las cosas más importantes a tener en cuenta es la base de maquillaje. De acuerdo con Penny Delamar, autora de The Complete Make-up Artist:Working in Film, Fashion, Television and Theatre, el maquillaje para ballet “tradicionalmente abarca tonos muy pálidos de piel, hombros y brazos blanqueados y maquillaje de ojos fuerte”.  



Tras la base, se deben sombrear aquellos rasgos que se prevea van a esconderse con las luces en escena. En la vida cotidiana aparecen sombras en el rostro. Éstas una vez sobre el escenario pueden dejar de apreciarse. Para ello se marca con una tonalidad más oscura que la base empleada anteriormente. El siguiente paso es prestar máxima atención a los ojos. Para que parezcan naturales debe comenzarse por las pestañas, incluyendo si fuera necesario unas postizas. Como anécdota, alumnas de ballet clásico de distintos centros alicantinos, compartían la experiencia de sus primeras pestañas postizas de niñas. Y es que aseguran que “pesan los párpados” y añaden que “si miras hacia arriba no ves nada solo las pestañas, es difícil acostumbrarse al principio”.

En cuanto a las sombras debe aplicarse una azul que, según Delamar, “parece negra bajo las luces”. Una vez realizado este paso, delinear los ojos, además de lápiz negro, con tonos rosas y blancos para que luzcan más naturales. Finalmente se deben adornar los labios con un bonito color en relación al vestuario y un protector para el sudor bajo los focos.

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