lunes, 24 de junio de 2013

Cuando la bailarina escapa de su caja de música… ¿Dónde va?

  • La pregunta es qué más sabe hacer un bailarín
  • La corta vida profesional del bailarín

Por normal general el ser humano suele resistirse, de forma consciente o inconsciente, a los procesos de transición. Y es que éstos indican que se aproxima un cambio inminente, en algún aspecto de la vida. A pesar de ello, es inevitable que el tiempo pase y lleguen momentos en los que se debe abandonar una etapa para dar la bienvenida a otra nueva. Esto supone aventurarse hacia lo desconocido, lo nuevo, lo borroso pero, al fin y al cabo, natural.






En el mundo de la danza sucede algo que mucho tiene que ver con el tema. La vida de un bailarín o bailarina, es relativamente corta en cuanto a la dedicación profesional. Por supuesto no se puede generalizar, pues siempre hay excepciones. Aun así suele llegar un punto en el que bailarines, relativamente jóvenes, ya no puede continuar dedicándose profesionalmente a lo que ha sido su vida desde la niñez. Si algo es cierto, es que son personas física y psicológicamente muy preparadas para soportar la disciplina y dedicación más absoluta. Hay una cita cuyo autor es desconocido, que dice que “Cuando amas el ballet, el dolor deja de existir”.  La capacidad para sobreponerse del cansancio, la posibilidad de recuperarse de lesiones definitivas, la fuerza para anular el dolor de cada extremidad y continuar con el ejercicio, siempre ligero y risueño, son algunas de las características por las que algún que otro profesional ha comparado a bailarines con marines (siempre desde una ironía evidente).





Los bailarines están educados para soportar el cansancio, el dolor y el duro entrenamiento, la competitividad y las críticas, la “disciplina militar” y la lucha contra el tiempo. Como dijo Juvenal García, integrante de la Asociación DanzaT, en el último Encuentro con el Sector en Valencia, así como cualquier otro atleta de alto rendimiento, “los bailarines luchan por observar una evolución diaria y poder alcanzar sus objetivos. Pero por entrenados y educados que estén hay algo contra lo que no pueden luchar. Existe un aspecto para el que no se les prepara”. ¿Qué ocurre cuando una bailarina, a los 37, 38 o 40 años, ya no puede dedicarse profesionalmente a ello? Ya sea por la falta de trabajo, porque por edad ya no se la requiere, o simplemente porque físicamente ya lo ha dado todo. Cuando se cierra la etapa como bailarina… ¿Qué viene después?



Éste es un caso más complejo y trascendental de lo que aparenta. Si se tiene en cuenta que los bailarines comienzan a introducirse en la danza a los cinco o seis años de edad, aproximadamente, y dedican la mayor parte de su tiempo a ello; si pensamos que a los cuarenta años, año arriba o abajo, deben dejar la profesión, entonces qué otra cosa pueden hacer. Profesionales de danza y teatro han descrito esta sensación como “pasar de un mundo en el que todo gira alrededor de la danza, a un gran vacío sin sentido”. Otros lo han interpretado como “Resetear su vida”.


La asociación DanzaT cree que “este caso es serio ya que entran en juego los sentimientos y emociones de personas”. Y éstas se sienten, caso demostrado, realmente perdidas como “en otra dimensión”. Por este motivo defienden que, como en otros países, debería existir lo que se denomina Programa de Transición para Bailarines. ¿El motivo? Según Cesar Cascares y Miguel Tornero, de la Asociación DanzaT y APDCV, “podría servir de guía en el proceso; ayudaría a elegir una segunda carrera y formas de financiar gastos; delimitaría la manera de obtener recursos personales mediante servicios de asesoría y muchos otros caminos para facilitar el cambio”.


En torno a esta cuestión se encuentra una pregunta clave: ¿Qué más sabe hacer un bailarín? La respuesta puede hallarse con un ejercicio que DanzaT brindó en uno de sus Encuentros con el sector de la danza. César Cascares explicó que “se trata de hallar las cualidades de los bailarines y las competencias trasversales que podría permitir el salto a otras profesiones”. Y es que todas las condiciones que los bailarines desarrollan, pueden resultar muy eficientes en el desempeño de otros oficios.

La conclusión es que no se puede pretender eternizar la vida profesional de los bailarines. Aun así el sentimiento del arte es tan profundo que no es desbaratado ansiar ser la muñequita que gira en la caja de música. Todos los bailarines y bailarinas tienen una de ellas en su “yo” más profundo. Allí no hay edades y no pasa el tiempo, esa muñequita siempre sigue viva, sonriente y activa, dando vueltas al ritmo de una música interminable. No pasa nada si por circunstancias hay que cambiar de oficio, siempre y cuando permitamos que la caja que encierra a la pequeña bailarina pueda permanecer abierta en el interior de cada uno, girando y girando sin parar.


Se necesitan bailarines. Requisito... ¡JÓVENES!

Algunas de las características de anuncios en los que se requieren bailarines para pruebas o casting. 


























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